Doctor Ramón Carrillo

 

Cuando nuestro país vivía su Organización Nacional, se desplegaron ideas ligadas a viejas y nuevas influencias político-culturales. En el campo médico, académico y profesional convivían y rivalizaban distintas tradiciones de matriz europea, junto a experiencias nacionales nacidas antes de la Revolución de Mayo bajo el impulso de Manuel Belgrano. Esta influencia europea explica la renuencia de los gobiernos argentinos liberales de fines del siglo XIX y principios del XX (continuada por los gobiernos radicales) de integrarse a las iniciativas norteamericanas de ser parte en organismos sanitarios internacionales liderados por Washington.
En la madrugada del 17 de octubre -cuando Perón llegó al Hospital Militar luego de haber estado confinado 5 días en la Isla Martín García-, conociera al Doctor Ramón Carrillo, otrora jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar. En una admiración mutua, nacida de ese primer encuentro, ese día Perón le dijo al médico: “No puede ser que en este país tengamos un ministerio para las vacas, y no tengamos uno para atender la salud de la gente. ¡Cuidamos más a las vacas que a los pobres!”.

Cuando en 1930 Ramón Carrillo, 24 años, gana la beca de la Universidad Nacional de Buenos Aires para estudiar 3 años en Europa, sigue ese camino transitado por los más destacados médicos argentinos de la época. Estará dos años en Amsterdam (mayor centro de estudios neurológicos del mundo) con el famoso profesor Brower, quien le da su nombre a un descubrimiento clínico de Carrillo. En 1933 irá a la Salpêtrière (París, donde es apadrinado por el gran Nerio Rojas) y luego estará en octubre en Berlín. Además de sus escritos lleva sus libros de cabecera: José Pedroni, Roberto Arlt, José Ingenieros, Lugones, Alfonsina Storni, y la música de Atahualpa Yupanqui, cuyo “Caminito del indio” le había sido dedicado. Ya por entonces la neuroanatomía y la neurocirugía eran su foco de atención, y dirigía la Revista del Círculo Médico Argentino, mientras estudiaba la pintura argentina.

En 1946 Juan Domingo Perón lo designó al frente de la Secretaría de Salud Pública, más tarde elevada al rango de ministerio. Durante los ocho años de gestión, en combinación con la Fundación Eva Perón, realizó una tarea titánica. Entre 1946 y 1951 se construyeron 21 hospitales con una capacidad de 22.000 camas. La fundación construyó policlínicos en Avellaneda, Lanús, San Martín, Ezeiza, Catamarca, Salta, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, San Juan, Corrientes, Entre Ríos y Rosario. Se estableció la gratuidad de la atención de los pacientes, los estudios, los tratamientos y la provisión de medicamentos. Un novedoso tren sanitario recorría el país durante cuatro meses al año, haciendo análisis clínicos y radiografías y ofreciendo asistencia médica y odontológica hasta en los lugares más remotos del país, a muchos de los cuales nunca había llegado un médico.

Unos años más tarde, Carrillo se convertiría en el primer ministro de Salud Pública de la Nación. Nacido en Santiago del Estero el 7/3/1906, se recibió de médico, fue neurocirujano, neurobiólogo y médico sanitarista.


Con la sensible y genial frase de Perón: “En la Argentina no hay privilegiados, salvo los niños”, Carrillo comenzó a desarrollar una política sanitaria inédita en nuestro país y en Latinoamérica.

A él le debemos la campaña de alimentación brindada a la población en forma integral. También la creación de centros materno infantiles en zonas especialmente elegidas. Durante su gestión, se logró inspeccionar miles de escuelas en todo el país. Promovió los establecimientos dedicados a la educación y cuidado médico de niños físicamente débiles, llamados “hogares escuela”. No sólo ello, además creó institutos de rehabilitación especializados en readaptar a personas que sufrieron accidentes de trabajo. Fomentó las losas higiénicas para evitar los contagios de enfermedades parasitarias. Puso en funcionamiento el Instituto de Meteoropatología, que habilitó los hospitales termales de Río Hondo y Carhué. Dispuso a lo largo y ancho de todo el país la planificación y las efectivas campañas sanitarias destinadas a exterminar verdaderas plagas epidémicas. Aparte de las luchas contra la Viruela, Hidatidosis, Anquilostomiasis, Tracoma, Fiebre Amarilla, Brucelosis, Parálisis Infantil, etc. se efectuó una campaña de saneamiento integral de los pueblos originarios.


Paradójicamente, Carrillo murió pobre y enfermo, perseguido político y exiliado en Belem do Pará, en el norte de Brasil el 20/12/1956. Una vez más, la dictadura usurpaba la República. Por eso mismo para promover el cierre de la grieta, necesitamos ponderar y valorar la conducta de este hombre ejemplar, precursor del sanitarismo en la Argentina, que se supo poner la salud pública al hombro.


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