Conferencia de la Dra Patricia Ruiz, funcionaria de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en la IX RELACSIS de Buenos Aires
Uno de los lemas de RELACSIS es que “el derecho a la salud empieza con el derecho a la información de calidad”.
Para las cosas que requieren tomar acción, necesitamos una evidencia. Evidencia para comprobar, para demostrar, para establecer las relaciones de prioridad y poder decir dónde están los problemas. Ese es el punto. La cobertura y la calidad de los datos son necesarias para evidenciar que las políticas públicas en salud estén acordes a la realidad de los países.
Los sistemas de estadísticas vitales tienen ese nombre y existen desde los tiempos de la colonia. Pero la gama del fortalecimiento, desarrollo y consolidación de estos sistemas difieren en los países. Requieren de financiamiento, de la formación del recurso y del interés de las autoridades por mejorar los datos y la información.
El problema es que los tiempos políticos suelen diferir de los tiempos técnicos. Los ministros a menudo necesitan mostrar ciertos resultados, como la construcción de un hospital o la aplicación de vacunas. En cambio, nadie reclama por las estadísticas vitales, la población no demanda que funcionen bien. Esa es una limitación que tenemos.
Las dos estadísticas vitales son los nacimientos y las defunciones. Para los efectos de la salud pública, lo esencial es saber dónde nacen, cómo nacen, dónde mueren y de qué mueren [los habitantes]. Muchos de los indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible surgen de esas dos grandes vertientes de la información.
Uno de los problemas es que se torna difícil evaluar el impacto de políticas para reducir, por ejemplo, la mortalidad materna o infantil, porque se ignora cuánto de ese subregistro corresponde a esos indicadores. Por eso es fundamental una buena base de datos de mortalidad, con la mejor cobertura y calidad del registro. Es muy importante especificar la causa. Consignar que una persona murió por un “paro cardiorrespiratorio” no brinda información. ¿Lo asesinaron? ¿Tuvo un infarto? Según el último informe de indicadores básicos de la OPS, la proporción de causas mal definidas o ignoradas de muerte es del 2,9% en las Américas [aunque hay países en los que esa cifra supera el 10 y hasta el 20 por ciento].
Estamos tratando de apuntar a esos nuevos desafíos. En ese sentido, la OPS como cuerpo directivo impulsa un plan de acción para fortalecer no solo las estadísticas vitales, sino también los sistemas de información para la salud. Obviamente, si un país estuviera interconectado, con productos o sistemas interoperables, sería fantástico… pero solo si el dato que se ingresa es adecuado en su calidad y en su cobertura. De otro modo, vamos a tener una maravilla [de sistema], pero que genera información inadecuada.
Es una cadena, hay muchos factores. La base de datos de mortalidad surge del certificado de defunción. Si el médico, que lo tiene que llenar, no está capacitado, ahí comenzamos con el problema. Y es de destacar que muy pocas facultades de medicina incluyen este tema en sus programas. Otro inconveniente puede derivar de la codificación. Pero, además de todo eso, es clave la oportunidad. Hay áreas de mi país donde no tengo quién llene. Es una cuestión de recursos humanos, de la capacitación de ese recurso y del acceso que tenga la gente. Hay países que han puesto un registro al lado del hospital donde nacen los niños, y, sin embargo, las mujeres lo iban a registrar a sus lugares de origen, porque eso les confería ciertos beneficios. Ahí perdemos la oportunidad del registro. De ahí la importancia de un plan que permita ver de manera integral en base a la realidad de cada país, evaluar los niveles de madurez de sus sistemas y constatar qué están haciendo bien y dónde pueden aprovechar la experiencia de otros países de la región para subsanar aquello que les falta.
Son caminos que esperamos que en algún momento se puedan encontrar. Hay países como Estados Unidos que implementaron el registro médico electrónico hace mucho tiempo, y hemos hecho webinars sobre la vinculación o no de esos registros con los procesos de codificación. ¿Por qué? El médico no tiene que codificar, el médico tiene que ver al paciente y atenderlo… y meter una serie de codificaciones dentro del registro electrónico predispone [al error]. Quizás se desarrollen en el futuro nuevas tecnologías que permitan minimizar ese sesgo y que generen un código de manera automática a partir del diagnóstico. Pero es un tema en discusión.
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